Quienes aman el cine sabrán que hay veces en las que el contexto en el cual vemos una película puede tener un impacto enorme en la experiencia y la impresión que nos genera. Encontrarnos en el entorno correcto puede ayudar a sumergirnos de lleno en los diálogos, la música, la actuación y la trama de una cinta, y todo esto inevitablemente terminará por definir qué tanto conectamos con ella. Hay películas cuya fotografía es tan alucinante, que verlas en la pantalla más grande posible no es negociable, y si bien no podemos vivir la utopía de verlas en el cine una y otra vez, sí nos harán considerar seriamente comprar una tele más grande.
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La sociedad de la nieve (2023)
Todos conocemos la historia del accidente aéreo en 1972 en el cual un equipo de rugby colegial uruguayo quedó varado durante 72 días en una de las zonas más inhóspitas de la cordillera de Los Andes. Aunque ya existían adaptaciones cinematográficas de este suceso, como Alive! (1993) y Náufragos de los Andes (2007), si algo hace bien esta película del director Juan Antonio García Bayona, es capturar los sentimientos más humanos de desolación, miedo, frustración y conflicto. La brillante fotografía a cargo del uruguayo Pedro Luque es una de las piezas centrales de esta historia, pues a partir de tomas verdaderamente sublimes de la cordillera, logra transmitir esa sensación de pequeñez y desamparo absoluto, que a la vez maravillan por su belleza y que vale la pena ver en la pantalla más grande que puedas encontrar.
Nope (2022)
Esta película del director Jordan Peele —a quien quizá conozcas por sus otras cintas como Get Out (2017) y Us (2019)— es una de esas películas que vale la pena ver sin demasiada investigación previa. Lo único que te podemos decir es que este western totalmente atípico tiene una fotografía espectacular (a cargo del holandés Hoyte van Hoytema) que la convierte en uno de los mejores ejercicios de terror de escala disponible en los catálogos de HBO Max y Amazon Prime. Cualquiera que haya tenido la fortuna de verla en IMAX, confirmará que esta es una de las películas que, además de volarte la cabeza con los giros de la trama, te dejará deseando comprar una tele más grande para verla de nuevo.
The Neon Demon (2016)
Este thriller del director Nicolas Winding Refn te llevará al límite con la historia de Jesse, una chica que aspira a convertirse en modelo, quien al mudarse a Los Ángeles se ve inmersa en un mundo brutalmente competitivo y obsesionado con la belleza. Conforme la película avanza, las implicaciones más violentas de esta industria florecen en secuencias repletas de metáforas visuales dignas de verse en la pantalla grande. La fotografía de The Neon Demon es obra de la argentina Natasha Braier, quien le añade a la película una segunda capa de significado en la que los juegos con la luz y el color se vuelven tan perturbadoras como la trama misma.
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The Banshees of Inisherin (2022)
Si bien el guión de esta película del director Martin McDonagh es sin duda uno de los puntos más brillantes de esta película ambientada en una isla remota en la costa de Irlanda, The Bansees of Inisherin también se lleva las palmas con su fotografía contemplativa que retrata el encanto intrínseco de un pueblo rural en el que pareciera no suceder nada nunca. Mientras la trama gira en torno a los vínculos humanos y al deseo de trascendencia que busca escapar de todo aquello que considera mundano —haciendo especial énfasis en la amistad como un mecanismo que nos acerca o nos aleja de ese objetivo—, los paisajes sobre los cuales se coloca la cámara del fotógrafo británico Ben Davis nos demuestran que es precisamente en la cotidianidad donde encontramos los atisbos más grandes de belleza.
Godland (2022)
Ambientada en Islandia a finales del siglo XIX, esta película del director Hlynur Pálmason cuenta la historia de un jóven cura danés que emprende una misión hacia el norte para evangelizar un remoto pueblo islandés. La primera parte de la película se desarrolla prácticamente en silencio, con una fotografía abrasadora a cargo de la sueca Maria von Hausswolff. Esta narrativa visual es imperativa no solo para comprender la agobiante situación en la que se encuentran los personajes —especialmente el cura, quien debe adentrarse en la naturaleza, llevarse al límite y perder contacto con su propia realidad (incluso su lengua) para poder cumplir su misión—, sino para entrar de lleno en ese trance inevitable producto de las panorámicas más sublimes de los paisajes nórdicos, de ahí que ver Godland en una tele gigante podría hacer toda la diferencia.
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Dune (2021)
Si tú también tiemblas de emoción por ver la segunda parte de esta adaptación de la novela homónima del escritor Frank Herbert, muy probablemente estás de acuerdo con nosotras cuando decimos que estas cintas del director Denis Villeneuve se disfrutan más cuando se ven en la pantalla grande. La reinterpretación que nos traen estas películas de ese mundo intergaláctico futurista enclavado en paisajes desérticos con naves espaciales —que, más que un simple set, son el mapa de toda la historia— no tendría la potencia que tiene si no fuera por el trabajo magistral del fotógrafo australiano Greig Fraser, quien asume la responsabilidad de permitirnos verlo todo desde una escala desorbitada que terminan por definir la experiencia estética.
Arrival (2016)
Esta es otra película de ciencia ficción del director Denis Villeneuve que vale la pena ver en la tele más grande que encuentres. El planteamiento es muy distinta al de otras películas de aliens que hemos visto, pues en lugar de centrarse en batallas intergalácticas, Arrival pone el foco en el paradigma de la comunicación: si pudiéramos establecer contacto con formas de vida extraterrestre, ¿cómo entablaríamos un diálogo con ellas? No se trata solo de imaginar lenguas que vayan más allá de la oralidad o la escritura, sino de la necesidad de abrir la puerta a nuevas posibilidades más allá de la propia. Establecer un vínculo significa, a final de cuentas, reconocer que existe ahí fuera un ente distinto, pero no necesariamente ajeno. Por si el argumento no fuera lo suficientemente atractivo, la fotografía a cargo del estadounidense Bradford Young nos regala escenas que transmiten de maravilla ese sentimiento sublime de descubrirnos acompañados en el universo.