En la calle de Orizaba se yergue el sobrio pero elegante y a todas luces lujoso hotel Brick, cuyo diseño contemporáneo retoma y moderniza los principios tradicionales de lo que debe ser un hotel (básicamente, un hogar lejos de casa). En el umbral del Brick te recibe Cerrajería, el restaurante del hotel que lo empata en lujo y sofisticación. Hasta el nombre honra el pasado del lugar y su legado en el barrio, pues antes del restaurante, aquí existía una cerrajería. Su cocina, a cargo del chef Armando Acosta, es básicamente la extensión gastronómica de todo esto: un espacio cosmopolita y refinado, pero con un espíritu hogareño y reconfortante que te hace sentir como en casa.
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La trayectoria del chef Armando Acosta es bastante deslumbrante: egresado del Centro Culinario de Ambrosía, continuó su formación en cocinas europeas de la talla de Mugaritz (con dos estrellas Michelin) y del Celler de Can Roca (donde él mismo estuvo presente en la entrega de la tercera estrella Michelin). Eventualmente, Acosta regresó a la Ciudad de México —a casa— para convertirse en el Chef Ejecutivo de Cerrajería. Su conocimiento de la cocina internacional y su dominio de la técnica se hacen presentes a lo largo de todo el menú, pero sobre todo se percibe la calidez y honestidad de sus platillos, basados tanto en la calidad de los ingredientes como en los recuerdos y la autenticidad.
Como con todo lo que sabe a hogar, las porciones son abundantes y se prestan bien para pedir al centro y compartir. Entre los imperdibles del menú destacan el crudo de hamachi —sobre pesto de pistache y servido con kale frita—, el risotto de espárragos y el tartar de res. La coctelería del lugar es espectacular, así como la dedicada selección de vinos para acompañar tu comida y amenizar la sobremesa.
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Sin embargo, el compromiso con los ingredientes locales y de temporada, así como la creatividad desbordada del chef, son motivo de cambios en el menú que esos que siempre nos llenan de emoción. Próximamente estarán presentando montones de opciones nuevas, pero con el mismo espíritu sofisticado y hogareño. El proceso de Acosta es meticuloso y, sobre todo, complaciente con la audiencia: nosotras participamos en la primera mesa para probar el nuevo menú, y toda retroalimentación fue recibida con gusto por el chef.
Cabe resaltar que dentro de las maravillas que se vienen, debes esperar un tamalito de maíz con espuma de queso oreado y caviar petrossian que te hará temblar las piernas, así como un pulpo marinado en soya y asado con salsa xo que —fuimos testigos— hasta quienes no son fanáticos de los mariscos querrán probar. Y no te puedes ir sin probar los postres, sobre todo la tarta de mamey con amaranto y helado de mazapán (enraizado en los recuerdos de la infancia del chef) y la tartaleta de chocolate amargo con avellanas tostadas, el sueño de todos los amantes de las notas y texturas del Ferrero Rocher.
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