El tequila es uno de los destilados mexicanos más populares no solo en el imaginario internacional, sino también en nuestras cavas y eventos. Y es que el tequila no solo es una bebida con mucha identidad, sino también un trago tremendamente versátil que, escogiendo bien el tipo de tequila para cada momento y sabiéndolo maridar, puede elevar prácticamente cualquier comida —incluso la cocina japonesa—. Aquí te dejamos una pequeña guía para elegir el tequila correcto para toda ocasión y siempre quedar bien en tus comidas y reuniones.
¡Disfruten y compartan!
Blanco
Al no tener tiempo de añejamiento, el tequila blanco no absorbe ni colores ni aromas de la barrica, de ahí que se caracterice por ser incoloro y por sus notas más dulces y suaves, con tonos cítricos muy apegados al del agave azul. Este tequila es uno de los favoritos de quienes aman la coctelería, pues al tener un sabor más potente se presta muy bien para mezclar. Si te toca elegir el tequila para llevar a una fiesta, esta puede ser la opción más segura, versátil y divertida para amenizar la noche.
Jóven
El tequila jóven —también conocido como ‘oro’ o ‘gold’ en el mercado internacional— es el resultado de la mezcla de tequila blanco con tequilas reposados, añejos o extra añejos. Es común que este tipo de botellas pasen por un proceso de abocado para ‘suavizar’ el sabor y ajustar la graduación alcohólica y notas finales. La cata de este destilado puede variar mucho dependiendo de la marca, de ahí que puede ser interesante tomarlo solo o con hielo, pero también conserva esas notas intensas al momento de mezclarlo y experimentar con tragos sutiles y elegantes. Si se trata de una reunión casual con amigxs, elegir este tequila puede ser una buena opción.
Reposado
La clasificación del tequila reposado requiere un proceso de maduración de por lo menos dos meses en barriles de madera de roble o encino para añejar el destilado e impregnarlo con el color y los aromas de la barrica. Estos tequilas de notas sutiles pero un poco más complejas que las del tequila blanco son perfectos para maridar con entradas y aperitivos, pues su textura suave y ligera acompaña de maravilla los platos pensados para comenzar a abrir el apetito. Si se trata de elegir un trago con el cual empezar la noche, apuesta por una botella de reposado.
Añejo
Para que un tequila se considere añejo, debe pasar al menos un año en barrica. Pasado este tiempo, el líquido adquiere un tono ámbar con notas ligeramente más secas y amaderadas. Debido a la complejidad de sus notas y la textura más sedosa de los tequilas añejos, lo más recomendable es beberlos solos para detectar su personalidad entera. Si se trata de elegir el tequila correcto para una comida o una cena, la mejor forma de lucirte con tus invitados es abriendo una botella de tequila añejo como la de Maestro Dobel, cuyas notas de vainilla, canela y manzana se armonizan de maravilla con platos fuertes.
Extra Añejo
Por el largo tiempo que toma su producción, el tequila extra añejo es uno de los más especiales y complejos de todos. El proceso de maduración en barrica debe ser de por lo menos tres años, lo cual se traduce en un tono ámbar profundo, una textura aterciopelada y notas y aromas complejos que van evolucionando poco a poco en la copa. Debido a esto, conviene elegir este tequila para terminar la comida o la cena, acompañado de un postre y dando pie a que se extienda la sobremesa para poder ir descubriendo poco a poco los sabores y aromas que van abriendo conforme avanza la velada.
Cristalino
Si bien el tequila cristalino no es como tal un tipo de tequila, lo que caracteriza a estos perfiles es que, como su nombre lo indica, presentan una elegancia traslúcida que no solo se aprecia a la vista, sino que suaviza los sabores y atenúa la patada alcohólica final. Este tipo de tequila es ideal para quienes prefieren un trago más sutil, pues si bien estos líquidos han pasado por un proceso de maduración en barrica, su producción incluye un paso más que consiste en una filtración con carbón activado para quitar el color y las notas astringentes.