En México, el programa de Pueblos Mágicos reconoce a aquellas localidades que han sabido conservar su esencia: su historia, su cultura, sus tradiciones y su belleza natural. Pero hay muchos rincones del país que, aunque aún no tienen esta distinción oficial, la merecen por completo. En esta lista te compartimos cinco pueblos que deberían ser pueblos Mágicos porque lo tienen todo para serlo, desde patrimonio histórico y propuestas gastronómicas únicas, hasta paisajes que quitan el aliento, y que, sin duda, deberías visitar antes de que se vuelvan más conocidos.


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Chapala, Jalisco
Chapala es famoso por estar a orillas del Lago de Chapala, el más grande del país. También es conocido por su clima agradable casi todo el año y por su ambiente relajado. Es uno de los destinos consentidos de los tapatíos, ya que se encuentra a solo 50 minutos de Guadalajara. Además de su belleza natural, Chapala tiene una historia interesante: desde finales del siglo XIX fue un lugar de descanso para la élite mexicana, algo que todavía se nota en las elegantes casonas de estilo francés que adornan el pueblo. El Lago de Chapala es el corazón del lugar, y recorrer su malecón es un plan obligado: esculturas, estatuas, puestos de artesanías y antojitos lo llenan de vida. Desde el muelle también puedes tomar una lancha hacia la Isla de Mezcala o la Isla de los Alacranes. Y si quieres seguir explorando, vale la pena visitar la plaza principal, entrar a la Parroquia de San Francisco de Asís o darte una vuelta por la Antigua Estación de Ferrocarril, que hoy funciona como un museo y centro cultural. Chapala tiene mucho por ver, hacer y descubrir.


Yecapixtla, Morelos
Yecapixtla es un lugar con mucho encanto, historia y, sobre todo, mucho sabor. Es famoso por ser la capital mundial de la cecina, considerada por muchos como la más sabrosa del país, lo que la convierte en una parada obligada para los amantes del buen comer. Un buen lugar para probarla es su Mercado Municipal. Pero Yecapixtla tiene mucho más que ofrecer: su imponente Ex Convento de San Juan Bautista domina el centro con sus altos muros y detalles góticos y renacentistas; una joya del siglo XVI que forma parte de la Ruta de los Conventos de Morelos y Puebla. Este pueblo es uno de esos pueblos que deberían ser Pueblos Mágicos, ideal para pasear por sus calles tranquilas, explorar su plaza principal, recorrer rutas cafetaleras o adentrarte en su cultura mezcalera con una buena cata. Además de la cecina, aquí también se preparan con maestría platillos como pozole, pipián verde, tlacoyos de haba y frijol, barbacoa de cabrito y una increíble variedad de quesos, desde los frescos hasta los ahumados. Un destino con sabor y alma que definitivamente merece su lugar como Pueblo Mágico.


Temoaya, Estado de México
Temoaya ya fue reconocido como ‘Pueblo con Encanto’ y ha levantado la mano para convertirse en Pueblo Mágico, porque sinceramente tiene todo para serlo. Este destino destaca por su fuerte vínculo con la cultura otomí, sus paisajes naturales y su riqueza artesanal. Su mayor joya es el impresionante Centro Ceremonial Otomí, un lugar único que celebra la identidad de esta etnia y funciona como espacio sagrado y de encuentro para preservar sus tradiciones. Otro gran orgullo de Temoaya son sus famosos tapetes de lana, elaborados de forma completamente artesanal con diseños intrincados que reflejan la cosmovisión otomí. Tanto así, que tienen su propia Feria del Tapete, dedicada a promover esta tradición textil. Además, hay varios sitios históricos por descubrir como el Santuario del Señor Santiago Apóstol, la Iglesia de Jiquipilco El Viejo, con vestigios de la primera iglesia del municipio, la Iglesia de San Pedro Arriba, la Capilla de la Ex Hacienda de Dolores, reconocida por el INAH, y el Lienzo Charro de Temoaya. Este pueblito también está rodeado de bosques y montañas que lo hacen ideal para quienes buscan ecoturismo, aire puro y conexión con la naturaleza.


Omitlán de Juárez, Hidalgo
Omitlán de Juárez ha sido reconocido como ‘Pueblo con Sabor’ y por la Organización Mundial del Turismo como un ejemplo destacado de turismo rural, lo que lo que lo convierte en un fuerte candidato entre los pueblos que deberían ser Pueblos Mágicos. Su encanto está en la mezcla de su pasado minero, su entorno boscoso, sus tradiciones vivas y su vibrante escena cultural. Entre sus atractivos más llamativos está el Callejón del Dicho, un paseo lleno de murales que cuentan la historia local y que además está adornado con coloridas sombrillas. A solo unas calles, la Escalera de Mosaicos te sorprende con sus 166 escalones decorados con azulejos que forman una serpiente, inspirada en una leyenda del pueblo. También vale la pena subir a la Peña del Zumate, un imponente peñasco que ofrece vistas panorámicas y es ideal para hacer senderismo. Otras paradas imperdibles son la Cascada La Bandola, la Piedra del Comal y la Ex Hacienda Venta de Guadalupe, ahora convertida en centro ecoturístico. Y por supuesto, la comida es otro gran motivo para visitar: desde hongos silvestres, trucha y pastes, hasta pulque en distintos sabores y la famosa ‘Tachuela’, una bebida servida en caballito con galleta María.

Atlatlahucan, Morelos
Atlatlahucan, en Morelos, es uno de esos pueblitos que sorprenden por su riqueza cultural, su historia y su ambiente auténtico. Su principal joya es el imponente Exconvento de San Mateo Apóstol, construido en el siglo XVI por los agustinos y declarado Patrimonio de la Humanidad como parte de la Ruta de los Conventos en las faldas del Popocatépetl. En su interior pueden verse los frescos originales, altares coloniales y es de los únicos templos donde aún se realizan misas en latín. En el corazón del pueblo está la Plaza Amador Salazar, con un peculiar kiosco virreinal, una fuente monumental y ambiente festivo los fines de semana, donde hay antojitos, música y artesanías. La comida típica es otro gran atractivo: los tlacoyos de frijol tienen hasta su propia feria, pero también destacan el guaxmole, un guisado con jitomate y calabacitas silvestres, el mole rojo de guajolote, el mole verde de pepita, las gorditas de manteca y las chalupas. Y si buscas un respiro natural, el Parque de los Sabinos, con sus árboles milenarios, es perfecto para caminar, andar en bici o hacer un picnic entre paisajes tranquilos.


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