Chihuahua es el estado más grande de México en términos de extensión, pero también uno de los menos densamente poblados. Si bien hay pocos grandes asentamientos, la riqueza natural y cultural de este estado fronterizo lo convierten en un destino que vale la pena conocer al menos una vez. A lo largo de distintos puntos de la Sierra Madre Occidental se localizan los tres pueblos mágicos del estado: Creel, Batopilas y Casas Grandes, cada uno drásticamente diferente pero igual de magnífico. Aquí te contamos un poco más sobre cada uno y por qué deberías considerarlos al planear tu próximo viaje.
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Creel
Enclavado en la Sierra Tarahumara, este pueblo mágico es la entrada a las Barrancas del Cobre y uno de los mejores lugares para conocer la cultura Rarámuri. En el Museo de la Cultura Tarahumara podrás conocer más sobre las tradiciones y costumbres de este pueblo y ver de cerca los mejores textiles y artesanías de la zona. También es posible visitar la comunidad de San Ignacio Arareko, donde se mantienen vivas y activas estas tradiciones.
Creel está inmerso en los paisajes boscosos más increíbles, entre pinos, lagos, ríos, cascadas y cuevas. Hay varios guías y tours para practicar deportes de montaña, recorridos por las barrancas, caminatas, rappel y paseos a caballo. En los alrededores encontrarás los valles de las ranas, de los monjes y de los hongos, así como las misiones de San Ignacio y de Cusárare, el Lago de Arareko y la cascada de Rukíraso (la cual tiene una altura de 30 metros). Además, merece la pena presenciar los festejos de Semana Santa en este pueblo al menos una vez en la vida.
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Batopilas
En rarámuri, Batopilas significa ‘río encajonado’, y para llegar a este pueblo mágico sumergido en una de las barrancas más profundas de la Sierra Madre Occidental hay que bajar por un camino sinuoso de terracería envuelto en la vegetación de la zona. Este pueblo es famoso por su pasado minero, siendo La Bufa y Batopilas las principales minas de plata. Aunque hoy en día en este pueblo viven poco más de mil personas, en el siglo XVIII el esplendor minero de la zona atrajo a más de 50 mil habitantes, cuyo legado vive en las casonas y haciendas que aún se conservan en la región. Algunas de ellas son incluso tan recientes como el porfiriato, como la Casa Barffuson y la Casa Bigleer.
La presencia de la cultura rarámuri en este lugar da pie a fenómenos similares a los de Creel, por lo que es interesante visitar las misiones y las iglesias en el perímetro —sobre todo en Semana Santa— para observar el sincretismo tanto ideológico como gastronómico. Y es que si vas de visita a Batopilas, no te puedes perder la comida tradicional ni tampoco las bebidas típicas, como el tesgüino, una bebida sagrada para los rarámuris.
Casas Grandes
En las calles de este pueblito en las faldas de la Sierra Madre convive la arquitectura de todas las épocas: desde sus fascinantes zonas arqueológicas hasta casitas de estilo victoriano y edificios del siglo XVII (como el Templo de San Antonio de Padua). Se calcula que la zona arqueológica de Paquimé data del año 600 d.C., y para cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, la ciudad —la cual contaba con un complejo sistema de distribución de agua— ya había sido deshabitada. La actividad principal de la región era la alfarería, y de hecho se encuentra muy cerca de la población de Mata Ortiz, cuya cerámica única se ha hecho famosa a nivel mundial.