Angelopolitano se distingue por sus platillos tradicionales de la gastronomía mexicana y por su gran sazón. La idea de crear este restaurante nació del Chef Gerardo Quezada, ya que su influencia culinaria proviene de muchos años atrás, por su bisabuela.
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Ubicado en el corazón de la Colonia Roma, específicamente en la calle Puebla, se encuentra un pequeño rincón muy acogedor en donde puedes encontrar algunas de las mejores recetas de comida poblana de la CDMX.
El equipo de Food and Pleasure tuvo el honor de asistir a una degustación de la nueva carta hecha por el Chef Quezada, con influencias que van desde la época del Porfiriato hasta la actualidad.
**Espera este menú a partir del 17 de octubre**
Todo inició con una rica agua fresca con hojas de menta para quitarnos el bochorno que nos provocó el tráfico de la ciudad.
Para comenzar con el festín, llegó el Chef Quezada para darnos una explicación de por qué quiso implementar estos platillos a la carta, y mientras nos compartía la información, llegaban a nosotros los platillos.
Como primer tiempo nos trajeron las Jaibas Romita –jaibas en salsa blanca con cítricos, gratinadas por encima–, las cuales adquieren ese nombre por la hacienda en donde empezó la Colonia Roma. Fue el comienzo perfecto para esta experiencia.
En seguida, llegó a nosotros la segunda entrada de la noche: unos sopes de pulpo en su tinta, y si te gusta el picor, los puedes acompañar con una salsa a base de cacahuate. Hacían una mancuerna excelente con la copa de vino tinto que nos ofrecieron.
Tras devorarnos las entradas, nos sorprendieron con una sopa de calabaza que nos hizo recordar nuestra infancia con el sabor tan hogareño que desprendía en cada bocado. Como decoración tenía unas pepitas y una flor de calabaza con un poco de queso de cabra, que otorgaba el contraste perfecto en nuestro paladar.
Ahora comienza lo bueno. Como primer plato fuerte nos sirvieron unos chiles rellenos de picadillo –alcaparras, aceitunas, pasas, cerdo y pollo–, sobre mole oaxaqueño. Con un sabor delicioso que entra desde la vista y se va directo al corazón.
Posteriormente, nos trajeron un chile relleno de bacalao, cubierto de pasta de hojaldre sobre una salsa encacahuatada. Un plato con toques navideños, que al Chef Quezada le hace recordar momentos de su niñez.
Para concluir con los platos fuertes, probamos un platillo con tres chiles chipotles rellenos, dos de picadillo y uno de queso sobre manchamanteles. Como era de esperarse, con toda honestidad les decimos que manchamos la mesa, pero no nos arrepentimos porque el sabor de cada chile era único, aunque nuestro favorito fue el relleno de queso.
Por último, llegó una de las partes más emocionantes para nosotros… el postre. Una Anna Pavlova vestida de china poblana y una versión muy mexicana del tiramisú –panqué de nata, requesón con un poco de vainilla, café de olla y en la parte de arriba chocolate abuelita– se hicieron presente en la mesa, lo que fue la cereza del pastel. Lo mejor, es que es ligero, esponjoso y su sabor dulce es capaz de reconfortar los paladares que desean cerrar con broche de oro su comida.
¡Coman, disfruten y compartan!