La Ciudad de México es un paraíso gastronómico se mire por donde se mire, con propuestas que van desde lo más tradicional hasta lo más innovador que no se cansan de poner al paladar a prueba con recetas, ingredientes y combinaciones únicas. Escondido en una esquinita discreta de la Condesa, Anónimo es un restaurante de fine dining cuya atmósfera cálida y acogedora recibe a sus comensales sin pretensión alguna más allá del ánimo de demostrar que ‘refinado’ no es sinónimo de rígido ni mucho menos de aburrido.
Redefinir lo refinado
Después de formarse en algunos de los restaurantes más aclamados alrededor del mundo, el chef Klaus Mayr abrió Anónimo en la Condesa durante la pandemia con un ánimo optimista y apasionado que terminó por inundar todo el lugar. Para empezar, un menú que reinterpreta los platos más clásicos de distintas cocinas del planeta, y que a partir del juego logra recetas únicas que se resisten a encasillar sabores y que desafían una y otra vez las convenciones.
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Así, este restaurante de fine dining en la Condesa logra construir un sentido de familiaridad y, al mismo tiempo, asegurar una sorpresa en cada mordida y en cada detalle. Por ejemplo, la vajilla, la cristalería, el mobiliario y el arte, todo elegido cuidadosamente para transmitir la personalidad cálida del chef y a la vez enaltecer la cultura artesanal mexicana. Su selección de vinos es otro de los puntos destacables de Anónimo, pues presenta una curaduría única, con etiquetas que abarcan desde lo más clásico hasta lo más audaz. Cabe mencionar que esta carta cambia constantemente, pues evoluciona a la par del menú.
Dentro de los platos imperdibles de la casa, destacan la Ensalada César —un clásico del menú desde el primer día, por el cual los comensales vuelven una y otra vez—, el Papardelle Limón —una locura de fragancias entre las cuales resaltan el limón, la menta y el parmesano— y la Pizza White —con crema fresca, tocino, cebolla caramelizada, tomillo y miel de abeja—.
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Tres experiencias en una
A pesar de que esta esquinita en la Condesa es relativamente pequeña, Anónimo ofrece tres experiencias para vivir en un mismo lugar. La primera consiste, por supuesto, en pedir una mesa y sentarte a cenar, maridar tu comida con un vino funky y prolongar la sobremesa todo lo que quieras. La segunda se vive en la barra, donde puedes disfrutar de la coctelería de la casa —ya sea un trago clásico o uno de autor— mientras pruebas alguna de sus botanas, como las aceitunas rellenas de queso manchego —empanizadas en panko y servidas con miel de abeja y queso parmesano— o los calamares fritos en salsa gribiche.
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La tercera experiencia que podrás vivir en Anónimo no tiene desperdicio, y será sentarte en la barra del fondo, la cual da directamente hacia la cocina abierta. Esta opción ofrece una oportunidad única de ver de cerca toda la acción detrás de cada una de las delicias que probarás a lo largo de tu visita, e incluso platicar un poco con los chefs.
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