Los Pueblos Mágicos de México brillan todo el año por su enorme valor histórico, natural y cultural. Sin embargo, hay ciertas fechas en las que su magia adquiere un tinte especial. Más allá de sus montañas, cascadas y pozas naturales, Cosalá es un pueblo en Sinaloa que conserva vivas las tradiciones más arraigadas de su gente, y de ahí precisamente derivan su encanto y su relevancia. En el marco de las celebraciones del Día de la Virgen de Guadalupe, Cosalá transforma sus calles en senderos de luz para la Fiesta de las Velas, dando pie a un evento lleno de misticismo y belleza.


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Dónde está Cosalá
Cosalá es uno de los Pueblos Mágicos de Sinaloa, un lugar cuyo pasado estuvo marcado por la actividad minera. Está a menos de tres horas desde Culiacán o desde Mazatlán. Hoy en día, ese esplendor se conserva en sus casas de colores con techos de teja y los vestigios de la arquitectura colonial que demuestran la gran riqueza que hubo en su momento. Además, es un destino popular entre los amantes del ecoturismo, pues está rodeado de montañas, cascadas, un lago, un río y un balneario.

Qué es la Fiesta de las Velas en Cosalá
Cada 11 de diciembre, Cosalá celebra la Fiesta de las Velas. Este evento da inicio a las actividades que se llevan a cabo en el marco del Día de la Virgen de Guadalupe, una de las festividades religiosas más importantes en México. Esta tradición tiene más de 300 años de historia, y es reconocida como Patrimonio Cultural Intangible de Sinaloa. A las 6:00 de la tarde, las luces del Centro Histórico se apagan para dar paso al resplandor de las velas y las veladoras que iluminan la procesión que acompaña a la Virgen en su Via Lucis hasta la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe. Durante el recorrido suenan los cantos, rezos y música en honor a la Virgen, acompañados por danzantes que mantienen viva la identidad cultural del pueblo.

Una fiesta con tamales y fuegos artificiales
Además del significado religioso de la Fiesta de las Luces, esta celebración llena las calles de Cosalá con una atmósfera festiva. Por supuesto, ninguna fiesta popular estaría completa sin su buena dosis de antojitos. Aquí abundan los tamales, empanadas y dulces de leche. Para finalizar la jornada, el cielo se ilumina con el brillo de los fuegos artificiales, haciendo juego con la luz de las velas y veladoras que siguen encendidas en las calles.

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