La identidad mexicana es el resultado de una larga historia de encuentros e intercambios culturales. Por supuesto, el más marcado de todos es el que sucedió desde inicios del siglo XVI, cuando los españoles llegaron a las costas mexicanas y cambiaron por siempre el rumbo de las personas que vivían aquí. No obstante, hay algunos lugares donde la influencia de otras culturas europeas es igual o aún mayor, como Real del Monte y su herencia británica, o Chipilo, un pueblo italiano en Puebla donde todavía se habla véneto y las trattorias sirven exquisitas pizzas y pastas.
Un pueblo italiano en medio de Puebla
A solo 15 kilómetros de la capital del estado, Chipilo se revela como un pedacito de Italia en medio de México, cobijado por el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. En la segunda mitad del siglo XIX sucedieron a la par dos procesos que explican la existencia de esta comunidad: primero, los conflictos generados por la unificación italiana entre los habitantes de la región del Véneto y sus vecinos, y segundo, los incentivos del gobierno de Porfirio Díaz para atraer inmigrantes europeos que ‘modernizaran’ los campos mexicanos.
En realidad, cuando una comunidad de 3000 italianos decidió emprender su travesía hacia América, lo hicieron bajo la promesa de tierras fértiles para cultivar vides y olivos en las faldas de los volcanes mexicanos. Sin embargo, al llegar se dieron cuenta de que los terrenos no eran propicios para la agricultura, y decidieron dar un giro y reinventarse para comprar ganado e iniciar una importante industria de producción de lácteos que durante décadas sería el sostén financiero de Chipilo. El pueblo se fundó oficialmente el 7 de octubre de 1882, y gracias a su autonomía económica, fue capaz de conservar una comunidad cerrada, muy arraigada en sus tradiciones.
El véneto chipileño
Al llegar a Chipilo, descubrirás que aquí la gente no se saluda en español, sino en una lengua mucho más parecida al italiano. Se trata del véneto chipileño, una mezcla de italiano, español y náhuatl que ha variado muy poco desde que los primeros pobladores se asentaron en el pueblo hace 140 años. Esta singular mezcla cultural —que si bien se reconoce como mexicana, se mantiene orgullosa de sus raíces europeas— se observa también en la gastronomía, pues en los menús de las trattorias es común encontrar platos profundamente italianos, pero con varios guiños de la cocina mexicana —si quieres probar una pizza realmente extraordinaria, este es el lugar—.
Un pueblo congelado en el tiempo
Si bien Chipilo se encuentra muy cerca de Puebla capital, la atmósfera que se respira ahí no podría ser más distinta. Lejos del bullicio y el ajetreo de la ciudad, aquí la gente mantiene un ritmo mucho más tranquilo. Durante tu visita, dirígete a la plaza central para admirar la pequeña iglesia del pueblo, la cual se distingue de la mayoría de los templos de la zona por sus particularidades italianas. En primer lugar, a diferencia de muchas de las iglesias de estilo barroco de los alrededores, la de Chipilo guarda un estilo neoclásico bastante más austero, con el campanario construido en la parte posterior y una imagen de San Antonio de Padua, un santo de gran devoción en el Véneto.
Si bien durante más de un siglo, los lácteos fueron la actividad económica principal de este pueblo italiano en Puebla, hoy en día Chipilo se dedica más bien a la fabricación de muebles rústicos, la mayoría de los cuales se exportan al extranjero. No obstante, todavía es posible degustar sus deliciosos quesos, cremas y dulces en sus trattorias y delicatessen.
Volviendo un poco a la historia, tan solo algunas décadas después de la fundación de este pueblo italiano en Puebla, los chipileños tomaron las armas y salieron a defender sus tierras en medio de los conflictos acaecidos por la Revolución Mexicana. La batalla más famosa se libró en el Cerro de la Grappa, una pequeña colina que colinda con el poblado. Hoy en día, este es un sitio famoso para practicar un poco de senderismo, pues desde su cima se pueden admirar tanto el pueblo pintoresco como la imponente ciudad de Puebla.
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