6 de las colonias más antiguas de la CDMX que siguen conservando un brillo de antaño

La historia de lo que hoy es la Ciudad de México se remonta hasta tiempos previos a la Conquista española, mucho antes de la unificación del territorio en una sola entidad. De ahí que en muchos de sus rincones se reconozca un brillo de antaño en el que perdura el esplendor y la importancia de estos espacios en tiempos pasados. Hay dos criterios para pensar en la antigüedad de una colonia: algunas fueron pueblos prehispánicos que posteriormente fueron absorbidos por la ciudad, y otras se crearon expresamente como parte de los planes de expansión de la capital. Aquí te dejamos seis de las colonias más antiguas de la CDMX que siguen brillando por su historia.

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COYOACÁN

Ya desde el siglo VII, en lo que hoy se conoce como Coyoacán existía el pueblo que los colhuas bautizaron como Culhuacán. Asimismo, los orígenes de Los Reyes —una de las comunidades más antiguas de la zona— se remontan al periodo preclásico del 2400 al 200 a.C., con los primeros asentamientos en Cuicuilco y Copilco. A lo largo de la historia, Coyoacán se subordinó a distintos poderes, como al de los tepanecas de Azcapotzalco y después al imperio mexica. Con la conquista española en 1521, aquí se fundó la Villa de Coyoacán, donde se estableció el primer Ayuntamiento y que se convertiría en la primera capital de la Nueva España durante un periodo breve. 

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Durante mucho tiempo, el barrio conservó un encanto pintoresco con sus manantiales, huertos y sembradíos, entre los cuales se abrieron paso los templos y capillas franciscanas y dominicas, y no fue sino hasta el siglo XX que la CDMX se extendió al punto de integrarlo a su territorio. Su vocación cultural rica en museos, jardines, iglesias y restaurantes ha atraído desde siempre a una serie de artistas, escritores, historiadores y científicos cuyas antiguas casas todavía se pueden visitar.

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TACUBAYA

El nombre de esta colonia se deriva del náhuatl Atlacuihuayan, que significa ‘lugar donde se tuerce el río’. Con la conquista y la evangelización, se construyeron iglesias, conventos y molinos para abastecer de agua a toda la capital. Ya desde el Virreinato, Tacubaya comenzó a popularizarse como destino de fin de semana para las clases aristocráticas, y esta fama continuó creciendo incluso hasta el siglo XIX, cuando comenzaron a erguirse las casonas de verano cuya arquitectura aún se conserva en algunas fachadas. Entre los eventos históricos más importantes de los que fue testigo el barrio se encuentran la Guerra de los Pasteles (1838-1839) y el juicio del Batallón de San Patricio (1847)

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Para finales de los 20 del siglo XX, Tacubaya se integró a la CDMX como una colonia urbanizada, pero conservó muchos de los rasgos del antiguo pueblo. Algunos de los edificios históricos que todavía se pueden encontrar a lo largo de sus calles son el Edificio Ermita, La Casa Amarilla (actual sede de la alcaldía Miguel Hidalgo), la Ex Capilla de la Virgen de Guadalupe, la Casa de la Bola y la Parroquia de la Candelaria, cada uno de ellos ilustrativo de la época en la que se construyeron.

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CHIMALISTAC

En náhuatl, Chimalistac significa ‘lugar del escudo blanco’ y fue un barrio tributario de los mexicas que antiguamente formaba parte de Coyoacán. Tras la caída de Tenochtitlan, el cacique de la región fue bautizado y se convirtió en uno de los aliados de Hernán Cortés, por lo que pudo conservar algunos de los territorios por unos años más. Sin embargo, al poco tiempo estas tierras fueron cedidas a  la orden de los carmelitas descalzos, quienes construyeron los puentes sobre las aguas del río Magdalena que caracterizan hasta hoy la avenida Paseo del Río. 

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Desde finales del siglo XIX y principios del XX inició un proyecto de urbanización del barrio, que al poco tiempo fue absorbido por la CDMX. En su novela Santa, Federico Gamboa nos da una descripción sobre la vida y sociedad de Chimalistac a inicios de 1900. Hasta hoy, conserva un encanto idílico que parece una burbuja en medio de la ciudad, con sus calles empedradas, sus construcciones coloniales y sus camellones llenos de pasto sobre los cuales se levantan todavía los puentes de piedra volcánica de los carmelitas.

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SAN RAFAEL

Ahora bien, si pensamos en las colonias que no necesariamente surgieron como pueblos independientes que después fueron absorbidos por la ciudad, sucede que la colonia San Rafael es es de hecho la más antigua de la capital, pues fue la primera que se diseñó dentro del proyecto de expansión de la urbe durante el porfiriato. Es más, la tradición cultural, social y económica de la San Rafael es tal, que la UNESCO la considera Zona Patrimonial

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En 1858, aquí se estableció la colonia de los Arquitectos, en 1884 se fracciona el Rancho San Rafael, y finalmente entre 1900 y 1910 se anexa el rancho Casa Blanca con la traza y las calles que conocemos hasta hoy como la colonia San Rafael. Durante las décadas de 1940 y 1950, aparecieron magníficos centros de diversión, cines y teatros con decoración suntuosa y amplias que se merecieron incluso el título de ‘el Broadway de México’ por recintos como el Teatro Aldama, el cine Encanto y el cine Ópera, entre otros.

Foto: Privada Roja

CLAVERÍA

Ubicada en la alcaldía de Azcapotzalco, la colonia Clavería fue de las primeras en trazarse de forma planificada en la zona de la ciudad a comienzos del siglo XX. Ya desde la época de la Nueva España existía aquí la Hacienda de San Antonio Clavería —la cual se construyó como un premio para los soldados que acompañaron a Cortés durante la Conquista—, y la fachada del casco original de la hacienda se conserva hasta el día de hoy. Así como Tacubaya, a finales del siglo XIX en esta colonia se construyeron casonas y palacetes porfirianos que funcionaron como las casas de verano de la aristocracia de la capital. En 1906 nació formalmente la colonia, y en la década de los 20 los terrenos se fraccionaron para dar paso a nuevas viviendas y establecimientos que aún recuerdan el estilo arquitectónico del porfiriato.

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SANTA MARÍA LA RIBERA

La historia residencial de la Santa María la Ribera se remonta a mediados siglo XIX cuando, beneficiados por las Leyes de Reforma y la desamortización de la Iglesia, se desarrolló el primer fraccionamiento moderno de la ciudad. Como parte de la planeación de esta nueva colonia, se incluyeron dentro de la traza reticular un parque, una iglesia y un mercado. Posteriormente, llegado Porfirio Díaz al poder, la colonia representó los ideales de orden y modernidad del porfiriato, dando pie a varios edificios emblemáticos que aún hoy conservan su esplendor, como el actual Museo Universitario del Chopo y el Museo de Geología. Durante los 1900s su popularidad aumentó a tal grado que se asfaltaron las calles, e incluso se trasladó aquí el kiosco Morisco por petición de los propios vecinos. 

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