Cuando pensamos en Turquía, nos vienen a la cabeza tesoros históricos y arquitectónicos como Hagia Sophia en Estambul y la Biblioteca de Celso en Éfeso. Pero aunque ambas tienen varios siglos de antigüedad, en la zona del suroeste de Anatolia, en la provincia de Denizli, existe un sitio que se formó hace millones de años, y alrededor del cual los griegos construyeron una ciudad para vacacionar. Se trata de Hierápolis Pamukkale, un sitio donde las aguas termales, las ruinas arqueológicas y los paisajes naturales se conjugan para ofrecer uno de los espectáculos más increíbles de la región.


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Un destino dos en uno
En realidad, Hierápolis y Pamukkale son dos destinos distintos, cada uno con su propio valor natural e histórico. Sin embargo, están tan cerca el uno del otro —apenas tres kilómetros de distancia— que la UNESCO los declaró Patrimonio Mundial bajo un mismo título. En el pasado se trató de una ciudad-balneario que floreció en la Antigua Grecia y que todavía hoy conserva su belleza natural y restos arqueológicos.

Por un lado, Pamukkale es un parque natural que se caracteriza por sus terrazas de calcita blanca llenas de aguas termales. Su nombre proviene del turco ‘castillo de algodón’, haciendo referencia tanto a su magnificencia como al color blanco y apariencia suave y ligera de esta formación geológica. Por su parte, Hierápolis es la ciudad-balneario que los griegos construyeron alrededor. Su nombre deriva del griego antiguo ‘ciudad sagrada’. Además, Hierápolis se encuentra a mayor altura que Pamukkale, dotándolo de vistas espléndidas de este fenómeno natural.

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Donde la belleza natural y la historia se juntan
Por supuesto, un lugar tan especial no dejó de atraer la atención de los antiguos pobladores de Anatolia. No fue solo por su belleza, sino también por las propiedades de sus aguas termales. Fue en el año 190 a.C. cuando el rey de Pérgamo decidió fundar aquí un centro de tratamiento y un lugar de culto a la diosa Cibeles. Años después, con la llegada de los griegos, este sitio se convirtió en la ciudad de Hierápolis.

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El balneario del imperio romano
Si bien el origen de Hierápolis es griego, un terremoto devastador en el siglo I d.C. —ya durante el dominio romano— arrasó con gran parte de los edificios, y la ciudad tuvo que ser reconstruida. Por ello, la mayoría de los restos arqueológicos son de carácter romano y no helenístico. Posteriormente, en los siglos II y III, se convirtió en un centro de descanso para las clases altas, y gente de todo el Imperio Romano viajaba hasta aquí para bañarse en sus aguas.

A lo largo de los años, Hierápolis y Pamukkale fueron testigo de los ires, venires y conflictos de griegos, romanos, judíos, árabes, cristianos y hasta persas. En el año 1354 hubo otro temblor, esta vez tan devastador, que llevó al abandono definitivo de la ciudad. No fue sino hasta finales del siglo XIX que se realizaron las excavaciones para descubrir este yacimiento arqueológico, el cual dio pie a la creación del Museo Arqueológico de Hierápolis.

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Cómo visitar Hierápolis y Pamukkale
Aunque existe una pequeña carretera entre Hierápolis y Pamukkale, en realidad estos dos espacios forman parte de un mismo recinto. Es decir que el boleto incluye la entrada a ambos espacios. Hay tres accesos: la puerta sur —la más cercana al pueblo de Pamukkale—, la puerta norte —la más cercana a Hierápolis— y la puerta central —la más cercana a las pozas—. Puedes elegir la que prefieras para iniciar tu recorrido en cualquiera de los tres puntos.

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Qué ver en Hierápolis y Pamukkale
Aunque Pamukkale se recorre de forma más libre y el objetivo es relajarse en el agua y disfrutar de las vistas, en Hierápolis hay varios sitios de interés que hay que apuntar para no perderse ninguno. Por ejemplo, la Puerta Bizantina —del siglo V, durante el periodo bizantino—, el Gimnasio, el Templo de Apolo —que albergaba un importante oráculo— y Plutonio —una construcción que aprovecha una grieta en el terreno y se creía que era el acceso al inframundo—.

Tampoco te pierdas el Teatro Romano y los restos del teatro helenístico, el Martyrium de San Felipe Apóstol, el Ágora, la Calle Frontinus, la Necrópolis y las Termas Romanas. Para acceder a la Antigua Piscina o Piscina de Cleopatra, es necesario comprar una entrada extra. Aunque cabe destacar que Cleopatra nunca se bañó aquí, sí es posible meterse a su poza con aguas minerales a 36°. Además de hacer el recorrido a pie, también se puede sobrevolar Hierápolis y Pamukkale en globo aerostático.

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