Antes de la llegada de los españoles, hubo una provincia que fue la más importante y una de las más antiguas de la península de Yucatán. Desde su nombre ya se intuye algo especial: Maní, que en lengua maya significa ‘lugar donde todo pasó’. Un nombre poderoso para un sitio cargado de historia y significado. Es uno de los Pueblos Mágicos menos conocidos de Yucatán, a pesar de estar a solo una hora de Mérida. En sus orígenes fue un gran centro maya, y a pesar del paso del tiempo, aquí la cultura sigue viva: en sus tradiciones, rituales y en la cosmovisión de su gente. Es común escuchar el maya por las calles y ver a los locales portar con orgullo su vestimenta tradicional. Aunque es un pueblo pequeño, está lleno de riqueza histórica, natural, artesanal y gastronómica por descubrir.

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Maní: el lugar donde se quemaron los códices mayas
Aunque el Pueblo Mágico de Maní tuvo momentos glorioso, llegando a ser la capital del cuchcabal Xiu, uno de los linajes mayas más poderosos antes de la conquista, también fue escenario de uno de los episodios más tristes de la historia colonial: el Auto de Fe de 1562. Cuando el fraile franciscano Diego de Landa ordenó quemar códices y objetos sagrados mayas en un intento por erradicar sus creencias y convertirlos al cristianismo. Se dice que en el cenote Xcabachen hay una inscripción que hace referencia a este suceso. A pesar de esa pérdida invaluable para la cultura maya, Maní ha logrado preservar su herencia y hoy es un testimonio vivo de la resiliencia de su pueblo.


Qué ver en Maní: historia, artesanía y arquitectura colonial
Cuando visites el Pueblo Mágico de Maní, puedes empezar con un recorrido por sus calles pintorescas con arquitectura colonial y una bonita plaza principal. El edificio que más destaca es la Iglesia y Convento de San Miguel Arcángel, una de las joyas arquitectónicas de Yucatán. Construida alrededor de 1549, fue sede de una de las primeras escuelas de evangelización y hospitales en América. Para su construcción se usaron piedras de antiguos edificios mayas, y su atrio es uno de los más grandes del mundo. De hecho, Maní es una parada clave en la ‘Ruta de los Conventos’, que te permite explorar las iglesias y conventos franciscanos más representativos de la región. Cerca del centro, también encontrarás la Calzada del Amor, una calle empedrada decorada con motivos románticos, perfecta para pasear y tomar fotos. Y como ya advertíamos, Maní es famoso por sus artesanías, aquí los locales se dedican al bordado y confección de blusas, huipiles y ternos. La técnica X’manikté, considerada la más antigua de Yucatán, es muy valorada, y puedes visitar talleres artesanales para conocer de cerca su trabajo.



Abejas meliponas, cenotes y cocina tradicional: lo imperdible de Maní
Otro gran tesoro de Maní es la cría de abejas meliponas, unas abejas muy especiales porque no tienen aguijón, son endémicas de Yucatán y su miel tiene propiedades curativas, por lo que son muy valiosas para la comunidad. La producción de miel es una tradición ancestral de Maní, y hay cerca de 30 meliponarios para visitar, aprender sobre estas abejas y probar su exquisita miel. Otro sitio que no puedes perderte es el Cenote semiabierto Xcabachen, donde dicen, ahí se llevó a cabo el famoso Auto de Fe, y según una leyenda, si el agua escasea en el mundo, este será el último cenote con agua, del cual surgirá el dios Kukulcán para exigir ofrendas. Por último, no te vayas sin probar la deliciosa comida yucateca donde el Poc Chuc, un guisado de carne de cerdo marinada y asada a la brasa, es reconocido como el mejor del estado. También hay otras delicias como el relleno negro y blanco, escabeche, y para el antojo dulce, la yuca con miel, calabaza melada, camote con coco, cocoyol en almíbar y mazapán de pepita de calabaza. Maní es ese pueblito que puedes recorrer, disfrutar y conocer a fondo en un solo día.



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