Durante mucho tiempo, el contexto comunitario y la producción seriada y utilitaria de las artesanías derivó en que se les considerara como un arte menor, un simple oficio de mucho menos renombre que las obras de arte expuestas en los museos. Sin embargo, hoy se reconoce el mérito detrás de la complejidad de las piezas y de las manos que las elaboran. Las artesanías son parte de la médula espinal de las comunidades artesanas, no solo reflejan lo que hacen, sino también lo que sienten, piensan y viven. Cuando se trata de artesanías, Oaxaca es un paraíso con muchísimas técnicas y materiales distintos, todos dignos de aplausos. Aquí te dejamos cinco de los pueblos con las artesanías más bonitas del estado.
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San Martín Tilcajete
La talla de madera es una tradición que durante siglos se ha heredado de generación en generación en el pueblo de San Martín Tilcajete. Los talleres familiares son un elemento fundamental de esta comunidad, pues es precisamente dentro de las casas que se realiza todo el proceso de elaboración de los alebrijes, así como la venta de los mismos (sí, más que tiendas, en tu visita te recibirán las puertas abiertas de las casas de los artesanos). El copal es y ha sido siempre la madera más utilizada para la talla en este pueblo, pues es fácil de manejar y se da bien en los cerros de Oaxaca. Antiguamente, la tradición incluía solamente animales de la región, y con el tiempo se fueron incluyendo figuras fantásticas. En realidad, los alebrijes se inventaron en el siglo XX en la Ciudad de México, pero su fama y versatilidad los llevó a este rincón de Oaxaca, donde los habitantes lo adoptaron como parte de su tradición.
San Bartolo Coyotepec
El barro negro es una de las más representativas del estado por su belleza y su versatilidad. La cerámica es la principal actividad económica de San Bartolo Coyotepec, donde la tradición alfarera ha formado talleres familiares que preservan los procesos ancestrales de las culturas mixteca y zapoteca de los Valles Centrales, a la vez que perfeccionan la técnica e infunden cada pieza con el sello distintivo de cada taller. Curiosamente, el color de estas piezas no viene de la arcilla que se usa, sino del proceso de cocción en el que, al sellar completamente el horno, el oxígeno se consume para oxidar el barro. Algunos de los talleres más renombrados son el de Rosa Real Mateo de Nieto y el de Carlomagno Pedro Martínez.
Santa María Atzompa
La tradición alfarera empieza desde las minas de San Lorenzo Cacaotepec, un municipio a cuatro kilómetros de Santa María Atzompa, de donde se extrae la arcilla para realizar las características piezas de barro verde de este lugar. El proceso es largo, pues después de moldear las piezas es necesario dejarlas secar al sol durante varios días para que puedan resistir las altas temperaturas de los hornos. Aquí el color se obtiene a partir de la greta, un mineral con el que se barnizan las piezas antes de devolverlas al horno. Al salir, el color verde esmeralda reluce en la luz, y el siguiente paso es ‘bordar’ el barro, es decir, agregar flores, hojas y demás detalles. Uno de los talleres más importantes es Voces de Barro, dirigido por Angélica Vázquez, quien en 2011 ganó el Premio Nacional de Ciencias y Arte.
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Teotitlán del Valle
De acuerdo con las crónicas de Fray Francisco de Burgoa, Teotitlán fue el primer asentamiento zapoteca en el Valle de Oaxaca. El día de hoy, este pueblo mágico es famoso por sus extraordinarios tapetes de lana, teñidos con pigmentos naturales —como la grana cochinilla— y tejidos de forma totalmente artesanal mediante técnicas ancestrales. Todo el proceso, que va desde trasquilar a los borregos, lavar, teñir e hilar la lana hasta tejer los complejos patrones en el telar de pedal, requiere de gran paciencia y habilidad. Lo mejor es visitar el lugar para maravillarte con su belleza y variedad, pero si aún no agendas tu viaje y quieres comprar una pieza directamente con los artesanos, puedes hacerlo a través de perfiles como el del taller familiar Kiae Dayn.
Santo Tomás Jalieza
La magia textilera de este lugar es muy distinta a la de Teotitlán, pero igual de increíble. Se le conoce también como ‘la ciudad de los cinturones’ y en esta comunidad la actividad principal es el telar de cintura, otra técnica ancestral de mucho prestigio y renombre por su complejidad y belleza. Como su nombre lo indica, este telar se amarra por un lado a la cintura del artesano mediante un ceñidor de cuero llamado ‘mecapal’, y por el otro, a un árbol o poste de madera. Desde blusas, vestidos y bolsas hasta manteles, cojines y servilletas, la versatilidad de esta técnica hará que te enamores y mueras de ganas de llevarte todo.