Sí, Diego Rivera estuvo casado con otra mujer después del fallecimiento de Frida Kahlo. Se llamaba Emma Hurtado, gestora cultural, defensora de los trabajadores, editora y, además, la primera guía de turistas certificada en México. Durante su matrimonio, ambos solían frecuentar un rincón encantador, y bastante discreto, en la colonia San Rafael: un callejón adoquinado rodeado de arquitectura italiana, que hoy muchos conocen como La Privada Roja. Construido en 1907 para albergar la embajada italiana, el lugar terminó convirtiéndose en un refugio para artistas, intelectuales y bohemios de la época. Hoy sigue de pie, conservando su encanto y belleza original, ideal para pasear con calma, comer delicioso e incluso hospedarse. Es una joya poco conocida de la ciudad que definitivamente vale la pena descubrir.


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La Privada Roja, el callejón donde floreció ‘el segundo amor’ de Diego Rivera
Pero para seguir de pie, La Privada Roja ha tenido que atravesar muchos capítulos, y su historia es tan rica como interesante. Como mencionamos, fue construida hace ya 118 años para albergar la embajada italiana. Usaron materiales resistentes como vías de ferrocarril, cimientos de piedra, cemento colado, puertas de pino y arcos sólidos, lo que explica por qué aún luce tan imponente. A finales de los años 20 fue comprada por el Lic. Pedro Serafín Azcué, y después pasó a manos de su hijo Luis Azcué, quien se casó con Eduwiges Hurtado, hermana de Emma Hurtado, la segunda esposa de Diego Rivera. Luis, además de ser ingeniero civil, tenía una gran pasión por las culturas indígenas, y eso lo llevó a formar amistades con figuras como Franz Mayer, Gustavo Baz y el mismo Rivera, quienes solían reunirse con frecuencia en este callejón. Ahí se organizaban cenas para hablar de arte, cultura, política y del país que soñaban construir. Y es muy probable que en una de esas noches fue cuando Diego y Emma se flecharon.


El pasado oscuro de la Privada Roja y su resurgimiento
Aquí es donde la historia de La Privada Roja se pone intensa. A mediados de los años 60, con la intención de apoyar a familias de escasos recursos, la familia Azcué permitió que algunas personas vivieran en los sótanos del lugar sin pagar renta. Pero con el paso del tiempo, la buena voluntad se fue distorsionando: los ocupantes empezaron a extenderse sin permiso, tomando más espacios de la propiedad. Tras décadas de abuso, La Privada Roja se deterioró gravemente y fue invadida por todo tipo de personas. A principios de los años 90, Ana Mercedes Azcué, hija de Luis Azcué, emprendió una batalla legal y personal para rescatar el inmueble, enfrentándose a amenazas y situaciones complicadas. Después de cinco años de lucha, logró recuperar el lugar. En 1998 comenzaron las obras de remodelación, y poco a poco La Privada Roja volvió a brillar. Hoy está reconocida por el INAH como inmueble con valor histórico y ha servido como escenario para más de 80 producciones entre comerciales, cortos, documentales y películas.


Lo que puedes hacer y disfrutar en La Privada Roja: arte, comida y hospedaje
Hoy, La Privada Roja es mucho más que un inmueble histórico: es un espacio que celebra la historia, la cultura y el talento mexicano, además de ofrecer deliciosa gastronomía. Aquí encontrarás un corredor gastronómico con tres opciones únicas: Natsukashi, con su fusión de sushi, ramen y sabores mexicanos; L’Ostia, para los amantes de la paella y los mariscos; y Mimbre, una panadería artesanal ideal para desayunos o antojos más contundentes. También ofrece servicio de hospedaje, ya que cuenta con habitaciones acondicionadas para una o dos personas y departamentos amueblados. Y por si fuera poco, hay una galería de arte permanente que decora el lugar, así como un ‘faro de talentos’ que es escenario de pintores, escultores, músicos y actores. La Privada Roja es el plan perfecto para una tarde cultural, gastronómica y llena de historia en la CDMX.
Dirección: Serapio Rendon 61, San Rafael, Cuauhtémoc
Página: laprivadaroja.com


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