Los mitos y leyendas que integran la tradición oral son uno de los principales pilares culturales e identitarios de nuestro país. A lo largo y ancho del territorio mexicano, se extienden historias que dotan de personalidad y significado a cada espacio, acontecimiento y fenómeno. Conocer estos relatos enriquece nuestra relación con los lugares de los que provienen, y convierten cualquier paseo en una aventura aún mayor. Aquí te dejamos algunos de los pueblos que preservan leyendas románticas que te harán suspirar por conocerlos.
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Atlixco: Popocatépetl e Iztaccíhuatl
En las faldas del Popocatépetl, en el estado de Puebla, se encuentra la ciudad de Atlixco. No es de sorprender que una de las leyendas más románticas de esta región hable precisamente sobre estos fenómenos naturales. Se dice que en los tiempos del imperio mexica, mucho antes de la conquista española, Popocatépetl era un guerrero, e Iztaccíhuatl una hermosa princesa. A pesar de estar enamorados, los conflictos bélicos obligaron a Popocatépetl a abandonar a Iztaccíhuatl y partir hacia el campo de batalla. Ella esperaba con ansias su regreso, pero al escuchar los rumores de la muerte de su amado, murió de pena antes de comprobarse la noticia. Al poco tiempo, el guerrero volvió con la intención de casarse con la princesa. Dicen que, al hallarla muerta, se arrodilló a su lado y ambos se convirtieron en volcanes para nunca más volver a separarse.
Guanajuato: El callejón del beso
Guanajuato, pueblo mágico lleno de calles entramadas e historias fantásticas a cada esquina, es hogar del famosísimo callejón del beso. Por supuesto que el callejón más famoso de México le debe su nombre a una leyenda colonial, que habla sobre el amor prohibido entre una muchacha de clase alta y un jóven minero. Aunque el padre de ella la vigilaba día y noche para evitar que se desviara del destino que él mismo había trazado para ella, los jóvenes amantes encontraron la solución en los balcón de la casa vecina. A solo 69 centímetros de distancia, era el aliado ideal para sus encuentros clandestinos. Pero un día, el padre los descubrió y, ciego de ira, apuñaló a su hija quien murió con las manos aún entrelazadas con las de su amante.
Bolonchen: El agua y el amor
El nombre de este pueblo maya en el estado de Campeche proviene de dos palabras mayas: bolon que significa ‘nueve’, y chen que significa ‘pozo’. Cuenta la leyenda que este era un pueblo a quien el dios Chaac constantemente castigaba con terribles sequías. El jefe de la comunidad, un valiente y astuto guerrero, se enamoró perdidamente de una doncella. La madre de esta, preocupada por perder a su hija, decidió esconderla dentro de una gruta. El líder, desesperado, imploró a los dioses y convocó a todo el pueblo para buscarla. Al escuchar sus sollozos dentro de la cueva, dirigieron hacia ahí su búsqueda. En el interior, además de la jóven, encontraron los nueve pozos de agua habrían de poner fin a la sequía.
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Isla Mujeres: El pirata Mundaca y la Trigueña
Isla Mujeres se encuentra en el Caribe, a unos kilómetros de Cancún. Se dice que ahí vivió un español llamado Fermín Mundaca, pirata y traficante de esclavos provenientes de África. Mundaca vivía profundamente enamorado de una joven isleña a quien apodaban la Trigueña por su piel oscura y sus ojos verdes, pero su amor no era correspondido. Aún así, el hombre no desistió en sus intentos por conquistarla, y construyó con sus propias manos una hacienda que nombró Vista Alegre, llena de preciosos jardines. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano, y la Trigueña terminó por casarse con un hombre de la isla. Desolado, el pirata perdió la cordura y murió solo. La hacienda Vista Alegre puede visitarse hasta el día de hoy y, según cuentan, ahí se encuentra la tumba del pirata Mundaca.
Akumal: Gonzalo Guerrero y la princesa Zazil Ha
Hace más de 500 años, una expedición española naufragó en las costas de la Riviera Maya. Entre ellos se encontraba Gonzalo Guerrero, quien algún día sería conocido como el padre del mestizaje. Al llegar a esta nueva tierra, Guerrero descubrió en el pueblo maya una civilización avanzada y acogedora que adoptó como su nueva nación. Al demostrar su valor y lealtad, no solo ganó la confianza del pueblo de Chactemal (hoy Chetumal), sino también el amor de la princesa Zazil Ha. La pareja se casó y tuvo tres hijos, y su historia se conmemora en el Monumento al mestizaje.