Donde alguna vez se alzaba un pueblo rodeado de montes, con sus casas de adobe y el murmullo de sus habitantes, hoy solo queda agua. La Presa de San Luis Taxhimay ha transformado ese paisaje, convirtiéndose en un gigante artificial de agua que ahora es uno de los principales atractivos del Pueblo Mágico de Villa del Carbón. El antiguo pueblo, que quedó sumergido bajo estas aguas, solo deja ver las puntas de sus iglesias asomándose misteriosamente. Navegar por la presa es una experiencia de intriga y fascinación que invita a imaginar cómo era la vida de este pueblo enterrado bajo su superficie.
Afortunadamente, la historia de este lugar no está marcada por tragedias naturales como el mito de la Atlántida. En lugar de eso, fue la intervención humana la que llevó al fin de este pueblo. Fundado en el siglo XVI durante la época colonial, se asentó el pueblo San Luis de las Peras que estaba habitado principalmente por personas de origen otomí, quienes se dedicaban a la pesca, la agricultura o trabajaban en las ciudades cercanas. Sin embargo, en 1934, el presidente Lázaro Cárdenas tomó la decisión de desalojar el pueblo para construir una presa destinada a abastecer de agua al estado de Hidalgo.
El 6 de junio de 1935 se inauguró la presa, que abarca más de 356 hectáreas y alcanza una profundidad de 50 metros, sumergiendo los antiguos asentamientos del pueblo bajo sus aguas. Hoy en día, solo quedan a la vista las cúpulas de las iglesias que antes estaban dedicadas a San Luis Rey de Francia y una capilla más pequeña dedicada al Señor del Quejido. Estas estructuras le dan al lugar un aire de misterio y nostalgia, conservando huellas arquitectónicas del pasado. Por eso, se ha convertido en un destino turístico bastante popular, ubicado a 40 minutos de Villa del Carbón y a una hora y media de la Ciudad de México.
Al llegar a la presa, lo primero que verás es el embarcadero principal, desde donde se ofrecen recorridos en la laguna en lanchas privadas o en barcos colectivos. El paseo dura alrededor de una hora y te lleva desde la orilla hasta las imponentes cúpulas de las iglesias sumergidas. La presa es más grande de lo que parece, y alrededor de ella se han desarrollado varios restaurantes y centros turísticos. Aquí puedes alquilar cabañas, acampar, o disfrutar de actividades como el kayak y la navegación en lanchas con remos. Además, hay criaderos donde se permite pescar truchas y carpas. En los restaurantes locales, puedes probar una variedad de platillos que incluyen guachinango oriental, trucha, mojarra, cortes de carne como arrachera y rib eye, cócteles de camarón, pulpo a la brasa, e incluso sushi.
En los alrededores, puedes disfrutar de paseos a caballo y alquilar bicicletas de montaña, lo cual es perfecto dado que la zona está rodeada de montes con vistas panorámicas impresionantes. La presa también es un excelente lugar para observar diversas aves, gracias a la rica biodiversidad del ecosistema que sostiene a diferentes especies. Además, el área ha sido sede de eventos destacados como competencias atléticas, motonáuticas, triatlones y carreras de natación. Sin duda, es el lugar ideal para escapar del bullicio urbano durante un fin de semana y sumergirse en un entorno de belleza natural y misterio histórico.