Los procesos de elaboración del vino se encuentran en constante evolución, cada vez son más las bodegas que implementan nuevos avances tecnológicos, técnicas de almacenaje, regulaciones en la maduración de las uvas y tipos de crianza. Tarapacá es una de las viñas chilenas que, dentro de sus sistemas enológicos, incorpora un compromiso sustentable para resguardar la biodiversidad del planeta. Si quieres conocer más sobre la historia de su bodega y cómo su programa de biodiversidad no sólo es benéfico para el medio ambiente, sino también para mejorar el sabor de sus vinos, sigue leyendo.
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La historia de Viña Tarapacá se remonta a 1874, cuando Don Francisco de Rojas y Salamanca la fundó bajo el nombre de ‘Viña de Rojas’. Ésta fue adquirida por Antonio Zavala en 1892 – quien la renombró como ‘Viña Zavala’ -, pero a raíz de su separación matrimonial, tuvo que delegar la propiedad a la señora Mercedes Ulloa. Doña Mercedes renombró la viña una última vez, ahora en agradecimiento a su abogado durante el juicio, uno de los políticos chilenos más influyentes del siglo XX apodado como ‘El León de Tarapacá’. Desde entonces, la ‘Viña Tarapacá Ex-Zavala‘ – popularmente conocida como ‘Viña Tarapacá’ – se ha convertido en una de las pioneras del vino de calidad en Chile, con más de 140 años produciendo excelencia enológica.
Dos de los pilares representativos de Viña Tarapacá son el origen y la tradición, lo que los ha llevado a posicionarse como el segundo mayor exportador de vino chileno, así como a ocupar el primer lugar en el segmento de vinos finos dentro su mercado nacional. Con una producción de enfoque internacional, su viña se localiza en la Isla de Maipo, una de las zonas más privilegiadas en cuanto a elaboración de vinos en Chile, con una espectacular riqueza biodiversa que Viña Tarapacá se encarga de resguardar.
Plantar un viñedo, irremediablemente, crea una disrupción con el medio ambiente. El ‘Programa de Biodiversidad de Viña Tarapacá’ busca reducir esta intervención en lo más mínimo, fomentando servicios ecosistémicos hacia el viñedo. De sus 2000 hectáreas de propiedad, 1300 están dedicadas a la conservación de la flora y fauna endémica, lo que marca apenas el inicio de un compromiso con la calidad enológica mediante su manejo sustentable.
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Entre sus principales iniciativas se encuentra el uso de una pequeña planta hidroeléctrica que, aprovechando la energía del agua del Río Maipo, genera el 60% de la energía que la bodega necesita para producir vinos. Viña Tarapacá también ha implementado paneles solares en el techo de sus bodegas, y se atiene a ciertas certificaciones sobre manejo ambiental y orgánico, basadas en el Código de Sustentabilidad de Vinos en Chile.
Además de ser importante para el cuidado del medio ambiente, este compromiso enológico y sustentable también impacta significativamente en el sabor y la personalidad de sus vinos. Elaborados con uvas de importante grado de sanidad y cuidado de higiene, a las que se les aplican las intervenciones mínimas en su producción, son ejemplo de la calidad que puede resultar de una bodega respetuosa con su entorno natural.
En cata de Viña Tarapacá en colaboración con Miele, probamos dos de sus etiquetas más especiales: Reserva Cabernet Sauvignon y Gran Reserva Carmenère. Ambos productos reflejan uvas maduras y expresivas, con buena concentración y sujetas a un periodo corto de guarda en barricas. Su Reserva Cabernet Sauvignon es suave y de taninos redondos, y ofrece un delicioso aroma a higos, tabaco y vainilla; por otra parte, el Gran Reserva Carmenère es un vino equilibrado y de taninos maduros, con aroma a clavo de olor y pimienta.