A lo largo de los siglos, lo que hoy conocemos como la Ciudad de México ha sido testigo de cambios, conflictos y crecimiento. Cuando la capital del territorio nacional fue bautizada en la época colonial, esta no era más que lo que hoy conocemos como el Centro Histórico, rodeado de otros tantos pueblos, así como enormes terrenos en los que se alzaron haciendas dedicadas a la producción agrícola. Aunque parezca increíble, algunas construcciones han sobrevivido desde aquellos tiempos hasta hoy, convirtiéndose en emblemas de la identidad de la ciudad y de la vida de sus habitantes. Tal es el caso de uno de los restaurantes más clásicos de la CDMX: aquí te contamos todo sobre la magnífica historia del San Ángel Inn.
Aunque resulte difícil de creer, la historia del San Ángel Inn comienza en el siglo XVII, cuando Hernando Aragonés decidió dedicar estas tierras a la producción de pulque y construir aquí una residencia con una pequeña huerta, la cual bautizaría como Nuestra Señora de Santa Ana. Pasaron casi 200 años antes de que el lugar fuera adquirido en 1804 por Ramón Goicoechea, quien remodeló la propiedad y decidió renombrarla como Hacienda Goicoechea. Con la llegada del siglo XX, la hacienda fue fraccionada para convertirse en lo que hoy conocemos como Altavista.
Sin embargo, el emblemático casco que cuenta la historia del San Ángel Inn se mantuvo en pie, tan señorial como el primer día. Lo que muy poca gente sabe es que, antes de ser restaurante, este lugar fue el Hotel San Ángel Inn (de aquí precisamente derivó el nombre que se le daría posteriormente no solo al restaurante, sino a la zona entera). Aunque el hotel solo estuvo abierto una década entre 1907 y 1918, por sus pasillos desfilaron personajes ilustres como Madame Calderón de la Barca y José Zorrilla.
Resulta asombroso que hoy, casi 200 años después de la última remodelación significativa del lugar, el edificio se nos revele casi sin cambio alguno —más allá de las mesas que inundan sus jardines y salones—, y es que en 1937 el inmueble fue catalogado como Monumento Colonial, con lo cual quedó prohibido alterar la fachada y la traza original de la hacienda. Para este momento, el nuevo propietario era el destacado músico, industrial y escritor Carlos Prieto, quien durante un tiempo utilizó este espacio para organizar conciertos, y luego durante un breve periodo entre 1955 y 1961, cedió el espacio a la Universidad Iberoamericana para impartir aquí las clases de las escuelas de arquitectura, diseño e historia del arte.
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En 1963 comienza la historia del San Ángel Inn tal como lo conocemos: uno de los restaurantes predilectos para celebrar ocasiones especiales, con los jardines más bonitos para desayunar en San Ángel y los salones más románticos para una cena en pareja. En los últimos 60 años, el San Ángel Inn ha ido construyendo su propia tradición gastronómica, con platillos tan icónicos como sus chiles en nogada rosas y las ya clásicas margaritas que llegan a la mesa en una martinera de plata.
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